Dramaturgia y dirección de Arsenio Díaz
Ángel Iglesias, poeta metafísico de 44 años, después
de haber transitado por los oscuros laberintos de la ignorancia, encuentra el
verdadero significado de la vida en la luz de la sabiduría… La infinita imagen
del mar, la sensualidad de la lluvia y la
inocencia del paisaje de su infancia, humedece
su espíritu con el rocío de los recuerdos, que aún se deslizan por la oculta
pradera de su existencia. Este hombre, que en su juventud se dejó arrastrar por
la urgencia de las circunstancias, no vacila en ilustrarnos dramáticamente sobre
el sufrimiento padecido por los errores cometidos bajo las crueles tinieblas
del poder.
Es una historia jadeante, oscura y luminosa, que
muestra la proporción concedida a las cosas materiales y el desequilibrio
espiritual que alteró los pensamientos y corrompió los sentimientos de un pobre
trotamundo… Sobre las tablas, vemos con nostalgia la prístina sabiduría enfrentando
la ignorancia y las aberraciones humanas.
Como un mimo soberano, pensador e
inteligente, el actor con su drama solitario, fluye en la dualidad del claroscuro,
prolonga sus agravios y sus sueños en un espectáculo de misteriosa belleza. El
personaje en el escenario ejerce una fascinación actoral, donde los sucesos
guían las acciones, superan los obstáculos, llegando al desenlace con el
silencio de la música de las olas. No obstante, en el ciclo vital del claroscuro,
la vigilia no siempre engendra la luz, porque la mirada del espectador, es la sombra del instante creando
una semblanza a la inmortalidad…
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